Balance en las posibilidades
Escrita en: Diciembre 24, 2020
Lalita es la diosa descrita por su maravillosa hermosura: de cabello largo, obscuro y espeso con aroma de flores; en su frente carga un aroma amaderado muy bello y exquisito. Sus párpados parecen ser la puerta del Dios del amor y sus ojos, peces jugando en el lago de su rostro. Los aretes en su nariz parecen brillar más intensamente que las estrellas; sus oídos simulan al sol y a la luna; sus cachetes, espejos, y sus dientes, hermosas hileras de luz blanca. De su cuello cuelgan hermosos collares que adornan su pecho. Tiene una sonrisa tan bella que nadie puede quitarle la mirada de encima, su voz es el sonido más dulce jamás emanado. Sus rodillas parecen coronas hechas de piedras preciosas; piernas voluptuosas con empeines que parecen el caparazón de una tortuga y sus plantas, lámparas hechas de gemas que logran disipar las preocupaciones de la mente de sus devotos; su cuerpo, rodeado por un manto rojo dorado con campanitas colgando.
En una mano sostiene un arco hecho de caña de azúcar que representa las posibilidades emocionales, desde las placenteras y agradables hasta las feroces y temibles. Utiliza flechas de flores para derrotar a los demonios del ego y compartir su sensualidad, por eso es conocida como la Diosa de la sensualidad. Ella existe en un estado de completa armonía, siempre benevolente y con profunda compasión por todos los seres.
Ardha chandra chapasana proviene del sánscrito que significa “arco en forma de media luna”, también llamada la postura de “caña de azúcar”. Es una postura intermedia o avanzada que es también una variación de la postura de la media luna (ardha chandrasana). Se requiere cierta flexibilidad para realizarla, pero lo más importante es reconocer la capacidad para generar equilibrio en el cuerpo y observar la apertura del pecho y la cadera, buscando la fuerza y la flexibilidad de ese arco de caña que utiliza Lalita.
Para realizar esta postura es importante un calentamiento previo con distintas posturas que promuevan la apertura de las caderas, el pecho, hombros y muñecas. Para comenzar podemos realizar la postura de la montaña, de pie con los pies paralelos, flexionando la rodilla derecha y tomando el empeine desde la parte interna del pie enviando el empeine hacia el cielo; todo el peso del cuerpo va hacia la pierna izquierda o pierna de base que se mantiene fuerte, firme y da estabilidad a la postura. El brazo derecho se alarga para abrir desde clavícula, hombro, pecho y músculos internos de bíceps y antebrazo. En una inhalación profunda intenta llevar tu empeine y mano derecha hacia arriba para colocar la mano izquierda en el piso e intentar rotar la cabeza del fémur derecho sobre la cadera, abriendo así la ingle y estirando el músculo del psoas. El abdomen se alarga y el ombligo se pega hacia la columna para darle un masaje a los órganos y promover una expansión en el plexo solar, así como la apertura del corazón hacia adelante y arriba. La mirada puede quedar en el piso como tercer punto de apoyo sobre la Tierra, los dedos de la mano izquierda se separan y solo se apoyan las yemas de los dedos y así trabajar en el equilibrio, reconociendo las posibilidades infinitas que nos brinda la Tierra.
Fotografía principal: Thomas Kinto en Unsplash.
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