Danza de destrucción
Escrita en: Marzo 12, 2021
En la tradición hindú existe una trinidad divina que está formada por tres energías o cualidades que mantienen el orden en los ciclos universales, cada una aporta algo necesario para que la otra suceda, generan equilibrio y armonía.
La trinidad divina está representada por tres dioses: Vishnu, el que preserva o mantiene, su parte femenina es la diosa Lakshmi; Brahma, el creador del Universo, su parte femenina es Sarasvati y Shiva, el que destruye o dispersa, su parte femenina es Shakti.
Algunas veces Shiva puede ser muy imponente por su gran poder destructor, un poder necesario en los ciclos de la vida. Hay que dejar que algo se destruya por completo para construir lo nuevo, para dar paso al renacimiento del ser guerrero que pasó por lugares profundos del alma para reconocerse con la dualidad y permitir dejar brillar su luz más pura. El paso por la destrucción es parte de la existencia, es parte de la trascendencia de la transmutación del alma y del tránsito por la vida.
En el Universo están pulsando muchas fuerzas de creación, destrucción y hay una inercia que lo mantiene todo en un orden más allá de lo racional. La danza de las energías o cualidades de esta triada se mantienen en eterno movimiento, el tambor del corazón de Shiva pulsa para armonizar la interrelación de sus fuerzas. Esta triada representando la unidad en la diversidad con el tercero, el renacimiento que une a los opuestos, al nacimiento y muerte.
La danza interna guiada por el ritmo de nuestro corazón es lo que permite que el yoga suceda en todo momento, una vez que se activa la conciencia y se respira desde la confianza podemos ir fluyendo en el baile de la vida.
Natarajasana es una postura sumamente especial para mí, me tomó varios años lograr alcanzarla, fue un proceso de apertura muy profundo, de encontrar mi verdad individual. Es una postura que requiere mucha flexibilidad y paciencia, al mismo tiempo ayuda a destruir las limitaciones internas que estorban al flujo natural de la energía en el cuerpo físico, mental, emocional y espiritual.
Para realizar esta postura comenzamos de pie flexionando la rodilla derecha para acercar el talón hacia la cadera, una vez ahí tomamos el pie por la parte interna —la muñeca del lado del arco del pie— y, poco a poco, a través de una inhalación elevamos el pie derecho hacia atrás para llevarlo hacia el cielo; la mano izquierda puede ir hacia el frente, horizontal al piso, o podemos intentar tomar el pie derecho también. Hay varios niveles en esta postura y se necesita haber realizado posturas que preparen la apertura de la ingle y, sobre todo, los hombros y axilas, para acceder a los lugares más profundos del corazón y destruir todas las barreras que a veces ponemos al amor infinito que reside en lo más sagrado de nuestro ser para así dejarlo explotar como un estallido de luz a través de todo nuestro cuerpo, sabiendo que somos sostenidos y a la vez renovados en cada instante.
Fotografía principal: Blanca Oceguera.
Fotografía interior: Tatiana Camacho.
Noticias relevantes
Nuestro equipo
Conoce a nuestro equipo