Elegancia de una flor
Escrita en: Junio 18, 2021
El yoga, para mí, es un arte que engloba por supuesto una combinación entre tradición, filosofía y disciplina muy antiguas. Me parece muy importante, siempre que lo practico, recordar preceptos y bases filosóficas que me ayuden a conectar con la esencia de todos los maestros que han ido compartiendo sus conocimientos con devoción; me parece que entonar el sonido en el OM permite al cuerpo despertar la inteligencia innata que posee, también abre a la mente a la oportunidad de observar lo que existe en el mundo inconsciente, así sea en el cuerpo físico, mental, energético o emocional.
La sensación de equilibrio se asemeja a la de volar o flotar, se manifiesta como un acto que combina la confianza e imaginación. Algunas veces, cuando practico posturas complejas, utilizo mucho mi imaginación; la capacidad de crear imágenes en otros planos de la existencia genera belleza y aumentan la capacidad en el plano físico. Al imitar figuras geométricas que nacen de la inspiración en la naturaleza, encuentro la oportunidad de meditar en un mundo de posibilidades infinitas para conectar con la energía viva del planeta que nos sostiene.
La flexibilidad es algo que toma paciencia, práctica constante y mucho cariño, es algo que incluso en el mismo cuerpo puede ser distinto; algunas personas son más flexibles en la parte de atrás del cuerpo, otras en la parte frontal y así, cada cuerpo es un microcosmos lleno de información que se mantiene cambiando.
Ave del paraíso viene del sánscrito svarga dvijasana, en mi opinión es una postura avanzada, requiere un nivel de autoconocimiento considerable y, aunque alguna vez se haya logrado, es necesario seguir practicándola de manera constante para lograr mantenerla cada vez más tiempo y poder absorber sus beneficios.
Realizar esta postura es algo posible con paciencia, donde la meta real es descubrir las voces que hablan dentro de nosotros cuando estamos intentando llegar a ella. El objetivo del yoga es mucho más sabio que una simple forma, ver cada paso que damos en este caminar hacia realizarla nos ayuda a abrir nuestros canales de la percepción, a sentir sensaciones con mucha más paciencia y a conocernos más.
Para realizarla hay calentar suficiente las articulaciones de la cadera, los músculos isquiotibiales —los músculos de la parte posterior de las piernas—, la espalda y, por supuesto, los brazos. Es una postura de equilibrio de pie y, aunque no se perciba así, es una flexión al frente porque que la pierna y el torso se acercan mucho.
Podemos comenzar de pie con las piernas separadas, más o menos el ancho del tapete; flexionamos el torso hacia el frente procurando que el hombro derecho quede en la corva de la rodilla derecha; pasamos el brazo derecho completo por detrás de la pierna; el brazo izquierdo también por detrás para que los dedos se encuentren por la parte de atrás de las caderas; una vez ahí hacemos como un ganchito para que las manos se mantengan tocándose y poco a poco pasamos el peso del cuerpo hacia la pierna izquierda y comenzamos a levantar el torso. Cuando encontremos el equilibrio podemos buscar extender la pierna derecha para imaginar volar con la belleza y elegancia de una flor en la suave brisa del verano.
Fotografía principal: David Brooke en Unsplash.
Fotografía interior: Blanca Oceguera.
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