Guirnalda
Escrita en: Enero 21, 2021
El primer centro energético de nuestro cuerpo está ubicado en la base del coxis, el lugar desde el que nace la energía que se mueve a todo nuestro cuerpo; es nuestra base física y psicológica. En este centro preservamos la energía vital que nos ayuda a dirigirnos de manera sólida ante las situaciones de la vida, lo que nos permite prosperar y crecer. También es la pasión con la nos movemos y está relacionado con el elemento tierra; son nuestros cimientos, donde la vida se crea, por lo que es el lugar donde acumulamos emociones relacionadas a nuestras necesidades primarias, aquellas relacionadas con la supervivencia como: casa, comida, vestimenta, etc. Aquí decidimos la manera en cómo vamos a vivir en el mundo de las formas, es la base de nuestra relación con el mundo material.
El miedo es también una de las emociones primarias de cualquier animal, incluyendo al ser humano; nos ayuda a sobrevivir, nos alerta y nos impulsa a tomar decisiones. Cuando nos paralizamos por el miedo perdemos la capacidad de conectar con nuestra mente y alinearla con nuestro corazón y alma. Estos tres elementos en conjunto y coherencia son lo que realmente nos permite que la voz de nuestra intuición, la inteligencia mental y el propósito de nuestra alma, nos ayuden a responder ante cualquier situación que registramos como “peligrosa” o que yo llamo cambios de vida drásticos dados por situaciones que abren el espectro de un proceso de evolución de nuestra consciencia.
Existen muchas creencias heredadas que se acumulan en nuestro primer chakra, su nombre muladhara viene del sánscrito, donde mul es “base” y adhara es “soporte”. Cuando vamos creciendo y escuchando todas las conversaciones de nuestros papás, abuelos y, en general, de generaciones anteriores sobre temas de vivienda, dinero, cosas materiales; vamos formulando un sistema de creencias que a veces es inconsciente, pero lo vamos desarrollando, y cuando somos más grandes y queremos hacer una sentadilla, logramos ver toda la rigidez que puede existir en nuestro cuerpo; eso nos puede dar una pauta para hacernos preguntas como: ¿cuál es mi relación con el mundo material? ¿Cuáles son mis miedos más primitivos? O ¿me siento segura/o en esta Tierra?
La movilidad de nuestra cadera, la flexibilidad de las articulaciones de las piernas como rodillas y tobillos, y la facilidad con la que nuestras lumbares se pueden mover son elementos que podemos observar al realizar la postura de malasana o postura de la guirnalda.
Para realizar esta postura me gusta sugerir comenzar de pie con los pies separados más ancho que las caderas, donde las puntas de los pies apunten hacia afuera; podemos usar como medida el tapete de yoga y las puntas de los pies que toquen la esquina del tapete o tal vez los dedos de los pies que queden afuera del tapete. Pasamos el peso hacia los talones y la parte externa de los pies colocando también peso hacia la base del dedo gordo y haciendo conciencia en que cada una de las yemas de los dedos de los pies toquen el piso. Flexionamos las rodillas poco a poco para ir sintiendo la postura; que la dirección de las rodillas sea la misma dirección que los dedos más largos de los pies; la columna la mantenemos en extensión, observando que todos los músculos de la espalda se encuentren activos. Las manos se pueden colocar en postura de oración justo en la parte interna de las rodillas para incrementar la apertura de las caderas. Es importante confiar en la sabiduría de nuestro cuerpo y escuchar cualquier alerta, si hay dolor en alguna articulación es importante conocer un punto en la postura donde no exista dolor sino trabajo y fuerza de las piernas, poder ver la diferencia entre el dolor donde algo se está lastimando o el dolor de trabajo muscular, y confiar en esa voz interna que nos ayuda a mantenernos respirando y trabajando la fuerza sin miedo.
Fotografías: Blanca Oceguera.
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