Rayo de luz
Escrita en: Mayo 27, 2021
Esta semana experimentamos uno de los sucesos astrológicos más impactantes desde tiempos antiguos. La energía se ha sentido como la de tres lunas llenas en una, probablemente muchos de nosotros experimentamos algún tipo de impaciencia, cansancio o disminución de energía. Este tipo de eventos o sucesos, que para muchos pasan desapercibidos, pueden parecer simples, pero como dice la ley de correspondencia: “como es arriba es abajo”.
Estos momentos de luz-obscuridad-luz, pueden activar situaciones del inconsciente y hacerse presentes ante nuestros ojos conscientes, logramos ver cosas que pueden o no gustarnos de nosotros mismos, cosas que nos pueden incomodar y abrir paso a la exploración interna. Para llevar a cabo esta introspección, a veces no tan luminosa, es importante que en nuestro palacio interno mantengamos una ventana abierta para que la luz guíe e ilumine nuestro proceso. Generalmente este “rayo de luz” está situado en el centro de nuestro corazón, es esa llama que vive en nuestra voluntad, en los fuegos del cuerpo, la sangre, los jugos gástricos, las sinapsis neuronales.
Conociendo las características principales del fuego que vemos en la luz de una vela o en alguna fogata podemos comprender cómo todo puede transformarse, esa es la alquimia que nos brinda cambios, nos da la luz que alumbra los momentos sombríos y nos permite mantener la fe.
Marichyasana es el nombre en sánscrito de la postura que llamamos “rayo de luz”, es una postura que nos regresa a nuestro núcleo, nos brinda la oportunidad de postrarnos humildemente ante nosotros mismos y entrar en el viaje interior, el viaje de la consciencia. A través de las posturas de piso, donde buscamos conectar nuestros isquiones con la Tierra, podemos entender que siempre hay un soporte debajo de nosotros; esta sensación de seguridad nos brinda calma y desde ahí poder entrar poco a poco a este lugar emocional en nuestro vientre.
Las decisiones que tomamos, las acciones que realizamos son responsabilidad de nosotros, y esta postura es un excelente ejemplo de responsabilidad pues, para ir profundizando en ella, necesitamos observar con amor la parte de atrás de nuestro cuerpo relacionado con nuestro pasado.
Para realizar esta postura es necesario haber calentado al cuerpo con varios saludos al sol A y B, algunas flexiones al frente y apertura de caderas. Partimos de la postura de dandasana, sentados en el piso con las piernas extendidas, acercamos el talón derecho hacia el isquion derecho, donde el talón queda a un costado hacia afuera para bajar todos los dedos del pie al piso; elevamos el torso y los brazos hacia el cielo; cruzamos por la parte interna de la pierna derecha hacia adelante; pasamos el brazo derecho por enfrente de la rodilla para rodear la pierna por fuera; las manos buscan encontrarse en la parte baja de la espalda para enganchar los dedos de las manos. La pierna extendida se mantiene activa con los dedos del pie en flex apuntando hacia el ombligo. El entrecejo quiere acercarse hacia la rodilla izquierda en una exhalación, los ojos se pueden cerrar para incrementar la atención hacia adentro y conectar con ese “rayo de luz” que ilumina nuestro corazón, mente y emociones aún en los momentos donde la luz externa se apaga.
Fotografías: Blanca Oceguera.
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