Volteado
Escrita en: Abril 02, 2021
El ser humano generalmente olvida un elemento muy importante en la vida, que es disfrutar la felicidad. Para vivir la felicidad es a veces necesario darle atención a los momentos donde nos sentimos vulnerables o con miedo, verlos con los ojos de la belleza, de la empatía y compasión por nosotros mismos para desde ese espacio buscar integrar lo que aprendemos en la vida en la parte más interna de nuestra alma y abrir cauce al amor por nosotros mismos, al amor por ti mismo(a).
Contemplar y sentir las emociones incómodas puede ser una oportunidad de realmente quitarse patrones de miedo ocultos en nuestras acciones y decisiones diarias, las cuales nos llenan de experiencias día con día. Podemos buscar aprovechar el mensaje que nos tiene la experiencia al sentir su emoción, al momento de sentir el movimiento de los obstáculos en el cuerpo, en la mente, en el corazón o en muchas otras partes de nuestro ser.
Para darle vuelta a algunas situaciones buscamos imaginar distintos escenarios, posibilidades, formas y colores para hacer las cosas. Algunas formas pueden llevarnos a resultados que jamás hubiéramos imaginado donde por momentos logramos experimentar la felicidad, donde esos detalles de apapacho al corazón hacen que todo el esfuerzo valga la pena. Tomar una pausa para respirar y moverlos de alguna forma hace que cambie nuestro estado de consciencia.
Trabajar en el desapego, para lograr vernos a nosotros mismos con los lentes del amor, donde nos damos la oportunidad de llevar a nuestra mente a ver las cosas que nos inspiran, que nos regalan una sonrisa, los detalles de cariño que le expresamos a nuestro cuerpo. Los objetos de la naturaleza tan simples como una mirada al cielo o incluso sentir el sol en nuestra piel, pueden hacer que cualquier cosa que estemos viviendo de miedo nos regrese a un instante de calma, de paz y nos brinden un suspiro renovador en el corazón.
Colocar la cabeza en la Tierra para que nuestra coronilla toque la sabiduría de nuestra Madre Tierra, nuestro hogar, nuestra fuente de alimento en todos los sentidos y hacer que el cuerpo quede sobre ella nos facilita mucho la oportunidad de percibirnos desde un ángulo diferente. Todo nuestro mundo literalmente se voltea de cabeza y la sangre, al igual que la energía comienzan a recorrer todos los espacios en nuestro cerebro, las neuronas, los líquidos, todas las glándulas y hasta los poros de la piel se abren. Toda la atención está en el presente, todos nuestros sentidos buscan un equilibrio y una vez que todo eso se deja fluir las sustancias de la felicidad se esparcen hacia todos los átomos del cuerpo dejando que la energía se mantenga en movimiento constante.
Para practicar sirsasana o parado de cabeza con las piernas separadas, se requiere de un nivel más avanzado en la práctica de yoga. Hay que preparar muy bien los músculos de abdomen y espalda junto con la apertura de caderas, aunado esto, también a una apertura y fuerza de hombros importante y el calentamiento de muñecas. Comenzamos con los pies paralelos separados el largo de una pierna, llevamos las manos con los dedos abiertos justo debajo de los hombros, colocamos la cabeza intentando dibujar un triángulo con las dos manos y la coronilla, los codos se dirigen uno hacia el otro y en una exhalación se conecta con el cuerpo interno, en la inhalación se va pasando más peso hacia las manos y poco a poco los pies se van levantando del piso para que queden a la altura de las caderas, así, de una manera tan mágica abrimos nuestra capacidad de mantener el equilibrio, aún de cabeza.
Fotografías: Blanca Oceguera.
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