Otra vez aquí, dándome este espacio de gozo, crecimiento, autoanálisis, reflexión, estudio; en donde busco seguir compartiendo un poco de mí, de mi vida y de mis pasiones contigo. 

Hoy me quiero centrar en algo que posiblemente tú ya conoces y, en caso de que no, espero que después de que leas este artículo te animes a intentarlo —no importa el paso al que lo hagas—. Hoy te quiero hablar de todo aquello que nos regala la montaña. 

Si ya lo conoces, espero que, al leerme, te identifiques y te centres en esos momentos que nos hacen recordar para volver a vivir y para regresar a esas sensaciones únicas y tan especiales que solo encontramos en el bosque. 

El trail running es simplemente una carrera a pie que se desarrolla en la naturaleza. Se tienen registros de que su origen en Egipto, alrededor de los años 3800 a.C. 

Hasta el año de 1995, la Federación Inglesa de Atletismo (antes BAF, ahora BA) aceptó el trail runnning como modalidad deportiva oficial y, en 2015, en el Congreso de la Federación Internacional de Asociaciones Atléticas (IAAF), celebrado en China, las carreras de montaña fueron reconocidas como una nueva modalidad de atletismo. 

Nadie se imaginó que correr en esos terrenos fuera tan especial. Pocos realmente saben cómo la montaña ayuda a sanar, a mejorar nuestra salud y a potencializar las sensaciones, principalmente las de felicidad y calma.

¿Por qué podría decir esto? Estamos programados desde pequeños a seguir rutinas, estilos de vida y realizar actividades de las cuales la mayoría se hacen de una manera automatizada porque las repetimos todos los días de nuestra vida. Muchas veces nos olvidamos de observar, de percibir los detalles de lo que vivimos día a día y de hacernos conscientes de nuestros sentidos.

Algo pasa en la montaña que al estar ahí, nuestros sentidos se abren y nos dejan mucho más alertas para recibir los sonidos del bosque; el olor de las plantas y árboles; la luz del sol asomándose entre las hojas; el aire fresco y limpio; y la adrenalina de estar recorriendo esos caminos nos generan sensaciones de bienestar y nos alejan del estrés, las preocupaciones, el mal humor y, poco a poco, nos ayudan a devolvernos la energía, la vitalidad; nos refrescan, nos rejuvenecen, y muchas veces también nos traen buenos recuerdos. 

Podrías recorrer el mismo camino cien veces y te puedo asegurar que cada vez que lo hagas será totalmente diferente. Los paisajes y las sensaciones cambian de acuerdo con el clima, la época del año, el horario en que lo hagas; los olores, la vegetación, los horizontes van cambiando. Si es más temprano, puedes percibir el olor a tierra mojada, y más tarde podrías encontrar el olor a las flores y frutos de los árboles. Si vas después de una lluvia, encontrarás otro tipo de colores en la vegetación, y si vas por la mañana, las sombras y tonos de luz en las plantas y árboles, al igual que los sonidos de los animales, también serán totalmente diferentes que si decides salir más tarde. 

Cada experiencia jamás podrá ser igual y nos hace ir vibrando y sintonizando de acuerdo con esos cambios en la naturaleza. La compañía es otro factor que diferencia estas experiencias. Hacerlo solo es bonito, pero hacerlo en compañía y compartirlo, siempre lo hará aún mas especial. 

Biológicamente estamos conectados con la naturaleza desde nuestra creación, ir a la montaña también representa poner una pausa a la vida, a los pendientes y a tu alrededor; una pausa en donde logramos conectar tanto que nuestro sistema nervioso se reinicia y cura, y suelta aquello que necesitamos dejar para recuperarnos y regresar renovados para poder continuar. También tenemos una conexión inmensa con la naturaleza por el simple hecho de la manera en que en ella podemos sobrevivir, por que de ahí venimos y de ella obtenemos todos los beneficios para subsistir. 

La montaña rejuvenece, nos da tiempo para observar y percibir momentos que en nuestro día a día comúnmente no logramos captar. A veces, con solo escuchar el silencio de la montaña y mantenernos corriendo en silencio apreciando los sonidos del bosque y los de nosotros mismos, es suficiente para disfrutar. Llegar a la cima y sentir que llegaste al cielo, cuando las nubes llegan a ti, nos regala una sensación inmensa de éxito y gratitud. 

Cuando estamos en la montaña usamos y abrimos todos nuestros sentidos, mientras que en nuestro día a día usamos principalmente la vista y el oído. Cada vez que voy al bosque o a la montaña, la vida me ofrece una oportunidad para reconectar conmigo y con la naturaleza. 

Hablando de esto en términos científicos, las razones de estas incomparables sensaciones las tienen unas partículas microscópicas llamadas iones negativos —creados en la naturaleza—, son inodoros e invisibles a nuestro ojo humano. Está demostrado que la carga eléctrica del aire que respiramos influye en nuestra salud, estado anímico y sensación de bienestar. La naturaleza nos regala atmósferas altamente cargadas de iones negativos. Más adelante te platicaré de un libro que leí del Dr. Qing Li, titulado El poder del bosque. Es una excelente investigación de mucho de lo que te estoy platicando.

Otros estudios afirman que ir al bosque de dos a cuatro horas durante dos días, puede llegar a aumentar la cantidad de nuestros glóbulos blancos hasta cuarenta por ciento durante los próximos treinta días. 

El contacto con la naturaleza es tan necesario para nuestro bienestar como el ejercicio o llevar una dieta balanceada. Cuando regresas del bosque te quedas con esa impresión y adrenalina de lo que viviste en la montaña durante todo el día porque fue mágico, fue único y siempre te quedas con ganas de regresar, consciente de que, si lo repites, cada visita será diferente. 

No sé si es mi percepción o en verdad haya algún estudio —ya lo investigaré y te platicaré mas adelante—, pero las personas que viven cerca de la montaña, del bosque o de la naturaleza, viven con más tranquilidad, tienen más armonía y paz en su vida, actúan con más calma y seguramente viven más años sanos que el resto de las personas que nos desenvolvemos en la ciudad. El estrés es la principal enfermedad del siglo XXI, se calcula que para 2050 el setenta y cinco por ciento de la población vivirá en ciudades. 

Te invito, desde mi corazón, a vivir esta experiencia para que después me platiques si todo esto que te comparto lo pudiste vivir y experimentar.

Maricarmen (Maka)

Todas las fotografías: Shutterstock, salvo la de Maka.