Sostenerse del viento
Escrita en: Agosto 20, 2021

Normalmente cuando definimos una meta en la vida comienza un proceso interno, mental y físico. Nos impacta mucho el hecho de querer alcanzar algo y regularmente todos nuestros esfuerzos se enfocan en lograr obtener el resultado. La vida me ha mostrado, a través de experiencias mías y de personas cercanas, que muchas veces el resultado deja de ser importante mientras disfrutemos del proceso.
“Proceso” puede sonar como una palabra aburrida o muy intensa, pues conlleva una serie de pasos a seguir, todos llevan su tiempo, su orden y, de pronto, nos llevan por caminos más largos o más cortos de lo que pensábamos. Realmente ahí es donde está la magia de la experiencia, en buscar intentar hacer las cosas cada día con amor y paciencia, confiar en que nuestras decisiones van a darnos consecuencias favorables para nuestro mejor entendimiento de la vida en general.
Cualquier cosa que hacemos, así sea un proyecto, un producto, una secuencia de yoga, comienza por la idea y va bajando al mundo de las formas con constante dedicación y disciplina; esto lo encontramos en muchos refranes y filosofía antigua o nueva.
Los procesos de la vida vienen a darnos lecciones que, de ninguna otra forma, aunque alguien nos lo explique, las entenderíamos; sólo experimentando las consecuencias de nuestras decisiones vamos a lograr entender lo complejo que puede ser un evento para trascender y transmutar las emociones o ideas generadas durante su proceso.
Por eso, el día de hoy escogí una postura que más que ser la postura final es la preparación para llegar a ella, es la repetición constante de la fórmula para ir fortaleciendo al cuerpo y a la mente para algún día, sin pensarlo, habitar la postura real.
Adho mukha vrksasana, que en su traducción es: parado de manos, es una postura de inversión, donde las manos se convierten en la base que sostiene al cuerpo, la cabeza se encuentra cerca de la Tierra y los pies buscan tocar el cielo. Para comenzar a imaginar esta postura es importante reconocer que es algo a lo que no estamos acostumbrados, es retadora y, por supuesto, compleja. Para poder intentar lograrla es necesario que los hombros, la espalda y las muñecas estén libres de lesiones; que la fuerza del cuerpo esté activada y despierta después de varios saludos al sol y algún otro tipo de inversión para ir acostumbrando a nuestro cerebro a la sensación de flotar las piernas. Puedes intentar realizarlo con ayuda de alguien o de algo, como una pared, un árbol o un poste para ganar confianza y poco a poco intentar, con amor, sostenerse sobre las manos.
Para comenzar, colocamos las manos en el piso con los dedos bien abiertos, justo al ancho de los hombros; empujar los hombros y omóplatos con fuerza para darle la indicación al cerebro de que esa base esté sólida. Intenta elevar una pierna para tratar de colocar la cadera sobre la cabeza en la misma línea vertical y después, con la otra pierna, alcanzar la misma extensión. Busca divertirte en el proceso y reír, y que con la fuerza de los hombros logres jugar un poco con las piernas hasta que algún día pises el cielo y te sostenga el viento.
Fotografía principal: Alfred Kenneally de Unsplash.
Fotografía interior: Blanca Oceguera.
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