Escorpión
Escrita en: Agosto 27, 2021

Lo más desafiante que la vida nos presenta es relacionarnos con nosotros mismos, encontrar maneras de estar con nuestras emociones, de relacionarnos con nuestro cuerpo y mente. Aunque regularmente nadie nos enseña o ni siquiera nos menciona lo importante que es atender el mundo interior, realmente es algo necesario de aprender, pues no importa la edad o la situación que se esté viviendo, es el mejor regalo que nos podemos dar a nosotros mismos.
Muchas veces, cuando a los ojos humanos el mundo pareciera cerrarse, es justo el instante en el que se puede abrir paso al camino hacia uno mismo. Por lo regular las personas se acercan a una práctica espiritual porque necesitan ese algo más en sus vidas que una simple rutina formada por horarios y pendientes que solucionar.
El estilo de vida actual nos está llevando por un lugar de muchos cambios, en el muy notorio aspecto social y de la mano con una exploración de las maneras individuales de vivir la vida, las posibilidades están abiertas y disponibles para ser experimentadas y observar los resultados del movimiento de los patrones.
Cada vez más, la vida me reafirma que el único camino verdadero para nuestra alma en este cuerpo es vivir del amor, a través del amor y del ser amor. Parece muy sencillo, y una respuesta un poco difícil de concretar en palabras, va mucho más allá de una simple emoción o sensación. Es algo que vive en el corazón, ese pedacito único que nos toca resguardar en el cuerpo, ese pedacito del fractal infinito que nos da la vida es la fuente infinita de amor; es el antídoto al miedo, la tristeza, la depresión y todas las demás bajas frecuencias que son tan fáciles de experimentar.
Hace muy poco una amiga muy querida me dijo: “abre tu corazón” y fue en ese momento que algo cambió en mí, sentí como el aire fluía mejor dentro de mi cuerpo; mi mente se enfocó en el centro de mi pecho y la vida tomó colores más nítidos. Descubrí una nueva manera de amarme a mí misma permitiéndome sentir amor.
La postura del escorpión es una de las más importantes para mi práctica personal, la primera vez que vi a uno de mis maestros en Nueva York hacerlo pensé: “algún día quiero sentir hacer esta postura”. Muchos intentos y aprendizajes después he ido explorando esta postura y hoy puedo compartir que es una de las más amorosas y que me ha enseñado mucha paciencia.
Para realizarla es necesario haber calentado bien todo el cuerpo, usualmente se realiza casi al final de la secuencia, después de haber realizado otro tipo de flexiones hacia atrás. Comenzamos con las manos, antebrazos y codos en el piso al ancho de los hombros, las piernas se encuentran como en postura de delfín y poco a poco pasamos una o las dos piernas sobre la cadera para así, con suavidad, ir flexionando las rodillas para intentar tocar la cabeza con los dedos de los pies. Por el otro lado, los hombros empujan fuerte el piso y la cabeza se eleva para alcanzar los pies y cerrar este círculo de energía y amor donde permitimos al corazón elevarse hacia el cielo intentando unirse al fractal máximo de amor universal.
Fotografía principal: Leon Pauleikhoff en Unsplash.
Fotografía interior: Blanca Oceguera.
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