Los puentes son construcciones que permiten unir dos lugares, hacen accesible la distancia entre dos puntos. Siempre me han parecido maravillas, resultado de la combinación de la ingeniería, el diseño y la arquitectura. Lograr atravesar ríos, mares o montañas, cruzando a veces terrenos complejos donde en ocasiones la construcción es imponente y algunas veces imposible de apreciar por completo. Aunque sea imperceptible para el ojo humano, me parece que siempre se están moviendo y fluyendo con la energía de la Tierra para seguir manteniéndose establecidos; desde mi punto de vista son como “elásticos”.

Existen un sin fin de variaciones de puentes, dependiendo de su uso, el material de construcción, las condiciones geográficas. Para su construcción es necesario tomar en cuenta varios elementos como: la estructura sobre la que se va a construir, el peso que va a soportar y lo que va a quedar debajo de él, entre otras. Hoy en día son un símbolo del avance tecnológico del humano.

Setu bhandasana, su nombre en sánscrito, se traduce como “postura del puente sobre hombros”, aparece por primera vez aproximadamente en 1868, en un tratado llamado “El ilustre tesoro de las realidades”, donde en una de sus secciones hay una explicación sobre cómo realizar la postura y un dibujo de una figura expresando su forma, de aproximadamente 122 posturas de hatha yoga; está escrito en un tipo de iconografía de “figuras divinas” proveniente del sur de la India. 

Es una postura muy especial porque, aunque parezca sencilla, se utilizan muchos músculos de las piernas, espalda y abdomen, así como el cuerpo interno, especialmente en el piso pélvico.  Es una postura de inversión y al mismo tiempo una flexión de la columna hacia atrás que permite la apertura del corazón. También es una postura que prepara a la espina dorsal para posturas más avanzadas; ayuda a fortalecer hombros al mismo tiempo que crea espacio entre las clavículas; genera arraigo a través de las plantas de los pies, lo que ayuda al cuerpo a absorber la electricidad de la vibración de la Tierra y así dar un sentido de estabilidad al sistema nervioso central.

Se puede utilizar como una postura al inicio de la práctica para comenzar activando los tres chakras inferiores: primero, segundo y tercero; generalmente invito a mis alumnos a que muevan los brazos de distintas formas mientras las piernas se quedan fijas y conectadas al piso. Cuando aparece al final de la práctica es para regresar estabilidad a la espalda baja, sacro y piernas en caso de que se haya trabajado mucho en la apertura de las caderas.

Para realizar la postura comienza acostado en el piso con las plantas de los pies apoyadas en la Tierra, los pies están paralelos a la misma distancia que el ancho de las caderas, todos los dedos de los pies abiertos y apoyados en el piso como si fueran las garras de un animal que busca despertar su lado salvaje. Las rodillas se tratan de reunir ligeramente hacia la línea media del cuerpo para activar a los músculos de la parte interna de las piernas, los aductores; esa fuerza continúa hacia el piso pélvico donde el coxis busca ir hacia atrás de las rodillas y acercarse al pubis, donde éste a su vez se dirige hacia el cielo; el vientre bajo va hacia atrás; las costillas buscan acercarse hacia las crestas iliacas y el abdomen se aplana para mantener a los órganos internos en constante limpieza y crear fuerza para sostener las vértebras lumbares. El corazón se dirige al cielo, los hombros empujan hacia la Tierra, el cuello descansa largo en el piso. Para los brazos existen algunas variaciones, podemos dejarlos a los costados del cuerpo con las palmas hacia arriba; moverlos hacia arriba y hacia abajo; hacer círculos en direcciones opuestas o tal vez buscar los tobillos con las manos como en la postura clásica y así unir los extremos del cuerpo, con flexibilidad y firmeza donde se completa la figura semejante a un puente.

Fotografía principal y primera fotografía: Serie "Transient", Williamsburg Bridge, BK, NY, 2019, Blanca Oceguera.