Balance en las manos
Escrita en: Julio 30, 2021
Venerar el pasado, honrarlo con todo lo que fue, nos guste o no, es un acto muy liberador; regularmente sabemos que el pasado nos ha marcado o formado de alguna manera y nos ha permitido estar donde estamos. El hecho de buscar conocer y reconocer nuestras raíces y de dónde venimos puede darnos una perspectiva sobre lo que aún seguimos almacenando emocionalmente. Generalmente no aprendimos a procesar emociones cuando somos pequeños y muchas veces cuando crecemos seguimos careciendo de este tan importante trabajo; aunque la vida nos sigue presentando experiencias para aprender, lo que realmente hace falta es comprometernos con esos aprendizajes y tomarlos como una oportunidad para evolucionar.
Las situaciones de la vida que parecen terribles o que de pronto podemos sentir como si nunca fueran a terminar o cambiar, pueden convertirse en oportunidades para mover esos patrones no tan evidentes con los que hemos resuelto la vida, esas maneras tan arraigadas que ni siquiera nos dejan ver nuevas posibilidades, las narrativas internas que son obsoletas o que nos llevan a repeticiones innecesarias de pensamientos.
Muchas veces solo es necesario dejarnos sentir las emociones, sean como sean, sin ponerles nombre o etiqueta, sin meterlas en palabras y tratar de definirlas; muchas veces lo que sentimos no es posible definirlo, las palabras no alcanzan; los colores se combinan de maneras tan únicas que hacen figuras dentro de nuestros sistemas que se vuelven irreconocibles para el mundo material, viven y mueren en otras dimensiones. Experimentar este tipo de situaciones abre posibilidades para abrir momentos en el mundo interior, para evaluar si hay alguna cosa que estemos haciendo que bloquee el flujo natural de nuestra energía, de nuestra divinidad, de la confianza de saber que somos parte de un todo, de que somos unidad en nuestra individualidad.
En esta ocasión escogí un mudra —una postura de yoga para las manos—, una figura sagrada y geometría divina a la cual podemos acceder para unir nuestro mundo interno y externo. Namaskar invertido es una manera de abrir nuestro corazón y de tocar su parte de atrás, la parte del pasado, lo que hemos ido cargando en las vértebras dorsales que le dan protección a la parte posterior del corazón, el órgano de donde sale el infinito amor con el que nacemos, del cual hemos sido creados y el que nos permite seguir viviendo de manera armónica en esta vida.
Para realizar esta postura podemos estar de pie o sentados, las piernas pueden variar dependiendo de qué partes del cuerpo estamos trabajando, el momento de la secuencia en la que nos encontramos.
Comenzamos abriendo los brazos hacia los costados, rotamos los hombros hacia el frente para pasar las manos hacia atrás, los dedos de las manos se tocan y poco a poco las palmas también se encuentran hasta que se presionan una con la otra para generar balance. Ya que se encontraron completamente las palmas de las manos entonces buscamos rotar los hombros hacia atrás y abajo para que realmente el corazón deje salir todo el amor con devoción, confiando en que está ahí para ser compartido, para que fluya desde adentro hacia afuera e ilumine todas las capas de nuestro ser.
Fotografía principal: Mathieu Stern en Unsplash.
Fotografía interior: Blanca Oceguera.
Noticias relevantes
Nuestro equipo
Conoce a nuestro equipo