Inclinar las ideas
Escrita en: Agosto 21, 2020
La postura de uttānāsana o el estiramiento profundo de pie, fue descrita por primera vez alrededor de 1934 por Krisnamacharya, también conocido como el Padre del Yoga Moderno o el Arquitecto del Vinyasā —o lo que se conoce como la combinación de la respiración con el movimiento—, algo que en lo personal me parece esencial en la práctica de cualquier estilo de yoga, ya que la conexión que existe entre la respiración y el cuerpo ayuda mucho a la mente enfocada en el presente y permite observar las sensaciones al mismo tiempo que mover la energía.
Fotografía: Juan José Sieiro
Para realizar esta postura hay que comenzar de pie, hay distintas variaciones con respecto a si los pies van juntos o separados, esto depende de la flexibilidad atrás de las piernas. Sugiero que si eres principiante comiences con los pies separados al ancho de las caderas y poco a poco vayas observando la distancia que mejor funciona en tu cuerpo. Es importante que los pies estén alineados, que los dedos estén abiertos y que el segundo dedo apunte hacia adelante: imagina que hay una línea en cada pie entre el segundo dedo y el centro de tu talón, así dibujas dos bases estables paralelas para descansar toda la parte posterior del cuerpo. Es importante observar las rodillas, estas van a ayudar a soltar cualquier tensión de la parte de atrás de las piernas, por lo que se pueden flexionar mucho, poco o mantener una muy pequeña flexión; también las rodillas van apuntar hacia el segundo dedo de los pies, intentando que queden paralelas. Los muslos y toda la parte de adelante de las piernas se mantienen fuertes, muy activas, para así buscar que los isquiones —los huesos donde nos sentamos— se dirijan hacia el cielo y poco a poco los músculos de atrás de las piernas se hagan más y más flexibles. La cadera realmente se flexiona con respecto al hueso fémur, es interesante imaginar que la cadera es una vasija que contiene agua y esta se inclina hacia el frente, para permitir que la energía que se encuentra en la base del cóccix se libere y distribuya hacia la espina dorsal.
En esta postura es muy importante respirar e imaginar cómo el aire se dirige hacia la parte de atrás del cuerpo; que en cada respiración las plantas de los pies toman la energía de la Tierra y la distribuyen hacia la parte de atrás del cuerpo, comenzando por las piernas, pantorrillas, caderas y así ir imaginado el espacio entre cada una de las vértebras. En lo personal me gusta mucho hacer énfasis en la parte de atrás de mi corazón para liberar la espalda alta, el espacio entre los omóplatos.
La parte de atrás del cuerpo lleva la información de nuestro pasado, que de pronto se puede quedar dando vueltas en nuestro campo mental en forma de pensamientos o emociones repetitivas, por lo que permitir que el cuello y los trapecios se liberen puede también dar paso a que el oxígeno llegue a nuestro cerebro, que la sangre y los líquidos de la cabeza se muevan y esto nos ayude a dejar ir pensamientos obsoletos para que cuando nos levantemos hacia la postura de la montaña, podamos ver con más nitidez las posibilidades infinitas que se presentan ante nosotros en el presente.
Fotografía principal: Katherine Volkovski en Unsplash.
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