La relación que tienen los árboles con el oxígeno que respiramos es vital para mantener nuestra salud física y por lo tanto mental. Cuando pienso en la variedad de árboles que existen me imagino también el sin fin de cuerpos que a lo largo de la historia han ido dibujando esta postura con su cuerpo. 

Los árboles tiene una parte que no podemos ver que son todas las raíces que se encuentran debajo de la tierra, pero que son la base para que éste pueda crecer y desarrollarse. Así puedo ver en la postura que hay muchas fuerzas invisibles que nos permiten sostenerla, tanto fuerzas físicas como lugares en nuestra mente y emociones que de pronto pueden verse confrontadas por el hecho de mantener el peso de todo el cuerpo solamente sobre una pierna.

Regularmente la imagen que más utilizo cuando estoy enseñando esta postura es la de imaginar como si nuestras piernas fueran vasos largos de agua y poco a poco vamos vaciando el líquido sobre solo una pierna, pasando el peso del cuerpo a un pie y rellenando toda la pierna, manteniendo el pie que se queda en el piso arraigado, estable, bien conectado a la energía de la Tierra para así ir levantando la otra pierna flexionando la rodilla hasta que llega a la altura de la cadera, en este punto es importante verificar que las dos caderas se encuentren a la misma altura, por lo que mantenemos las manos rodeándolas. Una vez que todo está alineado llevamos la rodilla que se flexiona hacia afuera, este es el paso donde la cadera “se abre” donde se estira finalmente el músculo del psoas, un músculo largo que acumula mucho estrés generado por mantener posturas sedentarias. Me gusta mucho dejar a mis alumnos un par de respiraciones en esta parte de la postura para invitarlos a sentir este músculo y hacer una conexión más nítida con estas partes del cuerpo de las cuales no estamos tan conscientes en la vida diaria. Una vez pasadas dos o tres respiraciones vamos a llevar el pie hacia la pierna opuesta, siempre evitando colocarlo sobre la articulación de la rodilla para evitar lesiones y permitir el paso de la energía. La primera opción es colocar los dedos del pie en el piso y el talón sobre el tobillo para ir entrenando al cuerpo hacia el equilibrio. La segunda opción es colocar la planta del pie en la parte lateral de la pantorrilla y la tercera opción es llevar el pie hacia la parte interna del muslo. Una vez colocado el pie vamos a buscar que la pierna de base sostenga y que el pie empuje para generar fuerza, estabilidad y flexibilidad. Podemos dejar las manos a los lados de las caderas, llevar las manos en postura de oración frente al corazón o elevar los brazos hacia el cielo. El último reto sería cerrar los ojos por algunas respiraciones y descansar en el equilibrio, permitir que la respiración sea el sostén y que se absorba la energía de la Tierra hacia el cielo a través del tronco humano, nuestra columna vertebral o canal central de luz.