Nutrir en amor
Escrita en: Diciembre 17, 2020
En la India, las vacas se consideran animales sagrados; se creía que eran enviadas por Krishna para alimentar a los seres humanos y lograr la conexión entre el mundo divino y el mundo en la Tierra. La veneración de las vacas aparece en los textos sagrados aproximadamente en el primer milenio antes de Cristo, con la aparición del vegetarianismo en el año 1000 a. C., pues en el hinduismo se cree que todos los seres vivientes poseen un alma, la cual está interconectada con el todo, y el hecho de ejercer la no violencia (ahimsa en sánscrito) hacia todos los seres es uno de los más altos valores humanos. Las vacas son consideradas proveedoras de salud, fuerza y felicidad.
En uno de los textos más antiguos, los Puranas, se habla de la diosa Prithvi; siendo ella la personificación del planeta Tierra, está asociada con la vaca porque se dice que de ella salió el alimento para nutrir a todos los habitantes de la Tierra. En estos textos también se relata la historia de la fiesta de Gopostami, celebrada en la luna creciente del mes de noviembre, en la que el dios Krishna recorre descalzo los campos con sus pies de loto y va dejando huellas para que sus devotos lo sigan en el camino de cuidar y proteger a las vacas que él mismo cuidó y pastoreó en su infancia. Es muy común encontrar imágenes o esculturas de Krishna tocando su flauta rodeado de vacas adornadas con flores y polvos de colores.
Las vacas tienen un campo visual muy amplio, lo que les permite observar muy bien la hierba que comen. Son capaces de distinguir los cuatro gustos primarios: ácido, amargo, salado y dulce; siendo su favorito el dulce. Su percepción auditiva es bastante alta, pueden oír frecuencias muy altas hasta de 35 000 Hz. Tienen un sentido del olfato bastante desarrollado que utilizan para comunicarse y desempeñar su actividad de reproducción; también pueden reconocer a algún animal estresado. Sus zonas más sensibles al tacto son los cachetes, el cuello, la parte interna de sus muslos, entre otras. Son altamente sensibles a los campos eléctricos y magnéticos.
La postura de la vaca la considero el primer acceso a la apertura del corazón, pues permite el movimiento de la columna de manera segura; los cuatro puntos de apoyo: manos y rodillas, nos permiten acceder a las vértebras con mucha conciencia. Es una postura complementaria a la postura del gato, generalmente estas dos se intercalan con la respiración: la vaca durante la inhalación, el gato durante la exhalación. Promueve la flexibilidad entre las vértebras, despierta a los hombros y omóplatos, genera arraigo a la Tierra a través de las manos y accede también a la articulación de la cadera gracias a su movimiento sobre el hueso fémur.
Comenzamos en la postura de bitilasana, de su nombre en sánscrito: en cuatro puntos, donde las manos se encuentran apoyados en el piso debajo de los hombros, los codos ligeramente flexionados apuntando hacia los muslos, las caderas sobre las rodillas, la columna en extensión, incluido el cuello, permitiendo que la mirada quede hacia al piso. En una inhalación se va levantando el coxis hacia el cielo, activando los músculos de espalda baja, continuando en curva hacia la espalda media y así avanzando en la fuerza en la espalda alta; los omóplatos se reúnen hacia la línea media para enviar a las vértebras dorsales altas hacia el corazón e impulsar su activación en la conexión con el amor divino proveniente del cielo. El cuello de la parte de atrás también se activa para levantar la mirada hacia arriba y abrir así toda la parte frontal de la espina dorsal, del torso, del corazón y del tercer ojo. La postura también se puede sostener en esta postura varias respiraciones para acceder a todos los músculos de la espalda y tonificarlos. También expande el espacio entre las vértebras en la parte frontal y da un masaje a todos los órganos, lo que genera una sensación de apertura interna y expansión en el pecho.
Fotografía principal: Monthaye en Unsplash.
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